¡Ah, que padre estuvieron las Fiestas del Pitic! No dejé de ir un solo día porque estoy convencida que yo las pagué peso por peso y además porque la fiesta recorre mis venas. Los cinco días de heterogéneos eventos caminé con mi hija lugar por lugar. Recorrimos con calma los callejones y hasta comimos sushi, carne asada, raspado, nieve de garrafa, algodones de azúcar y manzanas a un costado de Catedral. El reencuentro con personas que no veía desde años, me hizo sentir que valió la pena llegar al Centro Histórico (como si fuera el Defe) hasta en camión y de raite e igual para atrás. Desafortunadamente no pude ver, oír, comprar, comer todo lo que hubiera querido, pero lo que alcancé a apreciar de las obras infantiles, escuchar de Susana Alexander, ver de Forever Tango, alucinar con la poesía erótica de Jaime Sabines en voz de los Bichir, bailar con Lila Downs y Margarita, me bastó para darme una idea de que mi espíritu bohemio y trasnochador sigue en pie de lucha: Firme y adelante. Mis amigas anduvieron por ahí también siempre presente y no tuve tiempo de extrañarlas (sólo a la Reinita que no acudió siempre ahora sí que por causas de fuerza mayor) pero sin duda el año que entra también caminaremos juntas y no nos extrañaremos. Me sentí muy libre al grado de echarme unas cheves heladas frente a algunos policías y no me arrestaron... No hay duda que las cosas están mejorando. (¡ah, se me olvidaba decir que estos eventos surgieron para festejar el aniversario de fundación de esta ciudad: Hermosillo!)
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