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Sunday, June 09, 2013

Sorda



Se quedaba completamente sorda una vez enamorada.
Sus amigas y amigos, e incluso algunos familiares, le insinuaban sobre tal o cual afecto que vislumbraban peligroso e inconveniente según su particular criterio; pero como no escuchaba, no oponía resistencia al nuevo, pero reiterativo sentimiento.
Había ocasiones que hasta le gritaban sobre las complicaciones que se avizoraban y que aun siendo del dominio público, no percibía las advertencias y los clamores de cordura.
Se dejaba llevar por el resto de sus sentidos, los cuales se agudizaban al surgir poco a poco la inminente sordera.
Distinguía todo más brillante; olfateaba hasta la respiración; tocaba sensaciones y saboreaba puro amor.
Sabía que por más que se esforzara por auscultar, su audición se iría perdiendo lentamente desde la primera mirada con el elegido, hasta que llegaba al punto de no escuchar absolutamente nada, luego del primer beso.
Esta carencia del sentido de la escucha no se le presentaba como una primera vez; luego de algunas relaciones ya había perdido memoria del origen de su defecto y de las veces que se autodiagnosticaba la crónica enfermedad.
Cuando cruzaba mirada con el individuo en cuestión, sentía al mismo tiempo un leve cosquilleo en los oídos y tenía la sensación de que moscos diminutos le zumbaban dentro suyo.
Quizá en lugar de mariposas en el estómago, los de ella eran insectos que se alojaban gustosos en el yunque, el martillo o el tímpano durante todo el tiempo que se prolongaba el enamoramiento.
El esfuerzo de sus conocidos por evitar el consabido sufrimiento que ligaba constante sus fracasos previos resultaba inútil, y ella se dirigía sin avistar al precipicio de esa nueva oportunidad de amar a quien elegía como perdurable.
Con la certeza de la mutua correspondencia, los eufonías que antes le llegaban nítidas, se desvanecían de a poquito y solamente captaba las palabras de amor que le endulzaban el espíritu y la hacían sentirse de nuevo una mujer deseada, amada, respetada y sobretodo valorada.
Tampoco había cacofonía que llegara a su percepción cuando despertaba ceñida al ser elegido después de compartir deseos; cansada de contar lunares; ansiosa por desvelar el origen de todas las cicatrices que habitaban silenciosas en las piernas, brazos y espalda del ahora amado; y sobre todo de los cálidos amaneceres que compartían abrazados.
Desaparecía de su entorno la resonancia que convertía las ondas sonoras en vibraciones y que estimulaban sus células nerviosas; lo que la hacía estremecerse ahora eran tantos y diversos besos inventados, con los que experimentaba hasta la ausencia de sueño y de su misma conciencia.
Sensata estaba que esa anhelada permanencia resultaba efímera una vez que asomaban la rutina y la disparidad con el referido amante en turno y era entonces que el sentido del oído iba recuperándose.
El automatismo que ella misma generaba en cada relación; las diferencias que salían a la luz con la llegada de la monotonía; los desacuerdos y los gritos que se sumaban, la forzaban a recuperar de nuevo la privación auditiva, aunque al mismo tiempo y aun sabiéndolo, le quedaba nuevamente como muchas veces más, el corazón hecho pedazos.
Tenía por bandera que una vez que involucraba el corazón, se dañaban los sentimientos… pero al cabo de un tiempo de duelo, le resurgía en sus oídos, un leve y constante cosquilleo...


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