¡A cualquiera, de veras!

... Cuando me dijeron que una de mis mejores amigas tenía un tumor postivo al cáncer en uno de sus senos, quedé sin palabras. Muda, increíblemente muda.

Ella, la más coqueta, la más "aguantadora", la más diva, la más tierna, la Reinita...

¡Sí!, porque no solo en las revistas se leen las estadísticas. No sólo en la televisión se desconocen sus causas. No sólo fue la amiga del esposo de la hermana de la cuñada de ella. Fue ella, mi amiga.

Lloré cuando me enteré y cuando quise impartirle fortaleza, me quebré de nuevo.

No me dejaron las lágrimas, pero cuando la visité en casa, luego de su primer sesión de quimioterapia, me sentí ridícula.

Ahí estaba ella con esa sonrisa que la caracteriza y con el glamour que la distingue.

Nos ofreció a mi hija y a mí un vaso de jugo; mientras su papá, un delicioso sandwich.

Platicamos y sonreímos; comimos, pero al mismo tiempo reflexionamos acerca de que verdaderamente no se acaba el mundo cuando se sabe con cáncer.

Ella me lo demostró y más que entristecida se nota segura; "Ya me regalaron una peluca", me dijo... razonando sobre abrumadoras cifras como "de cada 100 personas que reciben el tratamiento, 95 sufren la pérdida del cabello".

Esa charla me inyectó mayor fortaleza para seguir adelante junto con ella. Ella lo sabe.

Como cuando nos desvelamos incontables veces hablando, tomando cerveza; escuchando música. Ríendo a sonoras carcajadas y llamando inevitablemente la atención de las personas alrededor... Así somos, así es y así seguirá siendo... Ánimo Reinita (¡aunque el ánimo es para mí!)

Te quiero