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Saturday, May 09, 2009

Feliz día de las madres!!

Cómo han pasado cosas en mi vida desde que nació mi hija.
Ella vino, desde el primer momento, a modificar mi existencia y la de muchos a su alrededor.

Siempre fui una mujer impulsiva, con mucho carácter y libertad.
Con ella a mi lado supe lo que eran las desveladas sin fiesta y alcohol y la responsabilidad.
Las noches pasaron del desvelo en la reunión a los biberones tibios y el cambio de pañales.
No hay ninguna duda que el instinto materno es parte de la mujer misma.
Antes yo dormía plácidamente cualquier noche del año y podía estar cayendo una tormenta o pasar un tren cerca de mi recamara y ni siquiera me daba cuenta.
“¿A poco llovió anoche?”, preguntaba a mi madre, desconcertada cualquier mañana de Verano, observando a mi alrededor tierra amontonada y plantas anegadas. Desde que mi retoño llegó, uno sólo de sus suspiros hace que en fracciones de segundos yo ya esté a su lado sin pizca de sueño.
Antes de su llegada, veía a otras madres cargar a sus pequeños, la bolsa de mano, el mandado, la pañalera y un cono de nieve haciendo malabares y me daba flojera. Ahora y sin cursos previos, logro acomodar con solo dos manos, una barbie, el patín, la mochila, los broches del cabello, una caja de cereal, una pelota y el kínder sorpresa, sin perder el equilibrio y sin soltarla a ella de la mano.
En la cajuela de mi carro, había antes novelas, una hielera y la extra; con la llegada de la bebé, ese espacio se multiplicó y recibió casi para siempre pañaleras, carreolas, bicicleta, trastecitos, muñecas sin pelo, una almohada y una hamaca por si la pequeña tiene sueño.
Entre mis prioridades estaban los viajes al extranjero por tiempo indefinido.
Las últimas veces que me he ido, no puedo durar muchos días sin abrazarla o verla a los ojos porque me desplomo.
El amor de madre es adictivo. Aún si todos los días recibes un beso o un abrazo, al otro quieres más y más, y lo peligroso de todo esto es que no hay rehabilitación alguna que sane la adicción.
Las prioridades se modificaron y los amigos pasaron a segundo término, aún sin verdaderamente pretenderlo; eso al parir se da por añadidura.
Pero no hay satisfacción más grande para mí y me imagino que para la mayoría de las mujeres que hemos parido, que sentir la tibia piel de una hija en la cara cuando vamos a dormir.
Ella toma mi cara con sus manitas y dice sonriendo “Mami, buenas noches. Te quiero mucho”.
Ahí me doblego… dejo de ser mujer y prefiero convertirme en madre por el resto de mi vida.
¡Feliz día a todas y cada una de las mujeres que son, fueron, serán, están a punto de ser o simplemente no quisieron ser madres!

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