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Thursday, November 13, 2008

Hace seis años.

Hoy hace exactamente 6 años, a las 3:55 de la madrugada ella llegó y sus ojos ya estaban abiertos. Era miércoles. Creo que miércoles es un buen día para nacer.
Salió de mí como si fuera un pez y presurosa cayó entre las manos del médico.
“¡Qué niña tan ojona!”, fue la primera frase que escuché cuando el doctor la recibió en brazos.
Me dio envida porque él fue primero en tocarla, en limpiarla y en percibir su olor.
Él, un “internista”, la tomó entre sus brazos y la colocó en la balanza para decirme que pesaba 3 kilos 650 gramos, y sin dejarme verla, la midió y dijo sonriendo: “mide 52 centímetros y medio y está muy patona, además”.
En mi no cabía espacio para el sarcasmo o el dolor, a pesar de que en ese mismo instante suturaban la abertura de la episiotomía.
Ya quería verla. Sabía que era mujer desde antes que naciera y moría por observarla; quería contarle los deditos de las manos y pies hasta llegar al número veinte.
No fue hasta que la dejaron limpiecita que la colocaron entre mis pechos inertes.
Tenía hambre y lloraba, pero de ellos no brotaba nada.
Me sentí frustrada y las enfermeras llegaron al rescate con una jeringa enorme llena de fórmula láctea y paró el lamento. Hasta entonces la sentí, calientita y suavecita y descubrí ese olor que aún conservo en mi memoria.
Muchos rizos negros cubrían su cabeza y efectivamente, sus ojos estaban enormemente abiertos y brillantes.
Descansé luego de besarle la frente y lágrimas de felicidad me acompañaron hasta la sala de recuperación.
Sí, los ojos de Natalia son su distintivo. Con ellos sonríe; con ellos suplica y muestra su enojo.

A través de ellos se cuando quiere un abrazo y cuando el sueño amenaza.
Son grandes y ante una voz fuerte se llenan de agua.
La llamo “ojitos de agua” como a su padre, quien ante un soplo de viento cubre de ríos sus mejillas.
Mi “ojitos de agua”, es una pequeña tierna y valiente.
Aprendió a leer desde los cuatro años y medio y el sentido musical definitivamente lo heredó del lado paterno.
La corrección, su chispa y la nariz, sin duda son herencia mía.
Ha demostrado que tiene temple y que con él va a alcanzar lo que se proponga. Sí, me lo dicen sus ojos.
Coincidentemente hoy perdió su primer diente, pero el recuerdo de su niñez se fue a su estómago junto con un trozo de manzana.
Caerán más dientes y eso no serán más que señales de que la bebé de ojos grandes sólo permanece en fotos y ante mí, descubro día a día a una niña caminando feliz rumbo a convertirse en una mujer plena.
Espero estar ahí para observarlo, para apoyarla, para sufrir y reír con ella; y estoy segura que aún con el paso de los años, su olor permanecerá intacto y va a seguir siendo la misma escencia de felicidad interminable para mí.

1 comment:

Hey Jude said...

Así será Solecito, declaralo para que se concrete...ahi estarás y ahí te veré.
Prometido?