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Tuesday, June 06, 2006

Poesía en duelo

(esto lo escribí un día después de la muerte de Alonso)
La última vez que vi a Alonso Vidal, poeta sonorense, fue en la noche del jueves inaugural de las Fiestas del Pitic. Estaba sentado a lo lejos en una banca de metal, recargado en su caballo de aluminio y con la mirada al suelo. Yo iba caminando de la mano de Natalia, mi hija de tres años, quien apreciaba curiosa las luces, la multitud y los sonidos que provenian de diferentes partes del Centro de la ciudad, ya que estaba colmado de vida a partir de ese día. Lo observé cansado y contrariado por algún motivo aún desconocido y seguí de largo para no molestarlo, tratando de pasar desapercibida con éxito. Con Alonso compartí varias noches bohemias y lecturas de libros, ya fuera en el patio de su casa o en las múltiples inauguraciones, exposiciones u obras de teatro en las que coincidimos; además que él fue nuestro asesor, colaborador y mesías en la faena periodistica cultural llamada "Voces del Desierto" del periódico El Independiente por los años 90's.
Meditando sobre esto y al llegar a la esquina e intentar doblar, detuve mis pasos y los de Natalia y reflexioné sin querer que sería mejor regresar y darle un abrazo porque no sabía si sería la última vez que lo viera cerca. Asombrada de mi misma y determinada en eso, llegué a su lado. Él levantó la mirada y al observarme intentó sonreír y extendió su mano.
¡Hola Alonso, buenas noches! ¿cómo estás?
¡Hola bonita!, pues aquí mira, que me hicieron venir y no llegó el fulano. Y con lo dificil que me resulta a mi moverme.
¿Y qué has hecho?
¡Pues nada. Ya no escribo porque me duelen mucho mis huesos por la artritis. Mira mis manos!
Al decir esto voltee a ver sus manos que languidecían a los lados de la andadera. Se veían cansadas y rectas y tenían manchitas oscuras que las hacían ver más avejentadas de lo que en realidad eran.
Alonso solo contaba con 64 años de vida, pero su aspecto delgado y triste era como el de un hombre con 10 años más. Ni sombra del poeta nocturno y dicharachero del que yo tenía gratos recuerdos.
¡Mira, ella es Natalia mi hija! dije.
No habló nada más, solo le acarició el cabello y sonrió.
Luego de unos momentos apareció el Cheyk para llevarlo a descansar a su casa inolvidable.
Le dí un beso y lo abracé. Lo vi alejarse muy lento y avanzando como si fuera contando los pasos uno a uno y no perder detalle de sus andadas nocturnas; del ambiente bohemio al que pertenecía sin duda.
Este lunes 29 de mayo me entero que murió.
El martes múltiples homenajes y adioses con lágrimas.
Alonso Vidal se fue a la 1 de la tarde.Solo en su casa abarrotada de anécdotas y libros.
Dividió el día tras su partida y dejó un adiós eterno para poner punto final a la novela más poética de sus obras, su existencia literaria única e indiscutible.

posted by plumasoleada at 6:14 PM

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