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Sunday, July 27, 2008

Nunca jamás

En Münich también tuve lágrimas... algunas de felicidad, otras de coraje y por solidaridad.
Luego de desayunar, ir al gimnasio, entrar al sauna y nadar un rato en la alberca en el hotel (esa es otra historia), salí hacia el metro para dirigir mis pasos a Dahau, uno de los campos de concentración nazis que se conserva como un recordatorio del genocidio mas espantoso que ha marcado la historia de la humanidad y principalmente de los alemanes.
Ellos no lo han destruído, ni lo harán, porque de esa manera preservan un dolor eterno y buscan darse consuelo por tantas muertes inútiles.
Caminar por los pasillos de Dahau, recorrer los espacios donde miles de personas tuvieron muertes espantosas, tocar las paredes avejentadas y sobre todo imaginarlos sufriendo en los hornos crematorios, verdaderamente me conmovió y lloré.
Conocí a través de un documental lo que sucedió entre 1933 y 1945 en ese preciso lugar.
Aún están las tazas de baño, las fuentes donde desinfectaban a los prisioneros y hasta algunos de los trastes donde, como animales, arrebatan el único bocado que podían tener durante días.
En algunos de los pasillos, se encuentran grandes fotos de quienes tuvieron la desdicha de vivir en ese preciso momento y sufrir la locura, no sólo de uno, sino de muchos hombres enfermos de poder.
No sólo fue Hitler quien destrozó literamente la vida de esas personas, también aquellos que cometieron atrocidades y con su silencio y sumisión no pudieron dar un basta a la crueldad.
Muchas historias han surgido de este lugar; la mía es sólo una más, pero estar ahí y llorar ahí, hicieron que por un instante sintiera asco de la raza humana, de esa que no tiene corazón...

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